"Puntuaciones en torno al Capítulo “Escenificaciones, repeticiones” del libro de Didi Huberman La invención de la Histeria. Charcot y iconografía fotográfica de la Salpetriere" por Carlos Ibarra
Puntuaciones en torno al
Capítulo “Escenificaciones, repeticiones” del libro de Didi Huberman La invención de la Histeria. Charcot y
iconografía fotográfica de la Salpetriere[1]
Carlos Ibarra
Para empezar
quisiera hacer alusión al título del libro. Me parece interesante la cuestión
de la invención de. En tanto hace alusión
a la construcción y análisis de ciertas formas sintomáticas, en ese sentido el
libro constituye un riguroso esfuerzo de localización de condiciones y coyunturas de
“fabricación” de un fenómeno.
Jean Marie Charcot, prócer de la psiquiatría, es un personaje capital en la delimitación del cuadro sindromico de la histeria. Delimitó lo que se conoce como gran ataque histérico, el cual, idealmente está formado por una sucesión de etapas: epileptoide; periodo de clownismo; actitudes pasionales y delirio. Recuerdo, una imagen, que volví a hallar en este libro, una especie de plancha gráfica con la secuencia fenomenológica. Hoy en día me resulta algo sospechoso esa especie de secuencia típica. ¿Asistimos aun hoy a fenómenos de ese orden?
Cómo es qué se
construyó ese prototipo conceptual, y el desbrozado de los elementos
discursivos en juego es en parte el espíritu del escrito. Queda la cuestión de
la iconografía fotográfica que retomaré posteriormente.
Cap. Repeticiones, escenificaciones.
El capitulo
empieza con una referencia al goce en
juego en el seno de un dispositivo! No es menor esa apertura, en tanto, buena
parte de lo que moviliza y vivifica las lecciones
de los martes de Charcot en la Salpetriere es esa dimensión en juego, el goce y
su moldeado.
Didi Huberman nos habla de la escopofilia psiquiátrica y de un ardid de visibilidad por parte de la histeria/histérica. Dirá: “Reciprocidad del encanto”, estableciendo una relación de fascinación reciproca, en la qué, lo que articulará un fenómeno que pasara a la historia como prototipo, es algo de lo no dicho. Escoptofilia, el goce de la mirada implica al menos a un sujeto; el encanto un dos; la generalización del término, la psiquiatría, alude una disciplina y la construcción de gozoso espectáculo en el seno del hospital psiquiátrico: La Salpetriere. Un dato de color, un síntoma, es que se constituyó paralelamente en una especie de casa de altos estudios de prestidigitadores, aquellos que ofrecían shows públicos de magia, magnetizadores: “El prestigioso profesor Charcot en sus experimentos…”[2]. Charcot contribuía jubilosamente a ello: “Mire caballero, venga ordénele algo, sí, cualquier cosa…”[3]
Cabe señalar que hacia fines de XVIII la medicina experimenta un
giro radical, la fuente de la verdad pasa a ser el ojo atento, la percepción
cuidadosa que registra microscópicamente manchas, irregularidades, durezas,
color. Esta vigilancia empírica, que nace con la ilustración, se convierte en
el nuevo principio que rige la relación con el paciente. “el nuevo espíritu no
es otra cosa que una reorganización sintáctica de la enfermedad, en la cual los
límites de lo visible y lo invisible siguen un
nuevo trazo”[4] La
enfermedad se ofrecerá a la mirada perspicaz.
En esta dirección,
se puede afirmar que para inventar la histeria charcoteana fue necesaria la
suplencia ortopédica de la fotografía. Didi Huberman nos cuenta a través de un
trabajo de revisión de archivo, que la Salpetriere contó con un sofisticado
laboratorio de fotografía, adquirió la
dignidad de servicio hospitalario, y que por entonces tal práctica se enlaza
con la proliferación de aparatos extraordinario de registros. Por casi toda
Europa, las locas y locos se vieron obligados a posar, los tratados psiquiátricos son un buen relejo de tal movimiento, se ven
poblados de imágenes-pruebas de nosología.
El método gráfico pretendía
eliminar la mediación del lenguaje y la inmediatez distraída de los sentidos. Para Didi Huberman “la fotografía fue al mismo tiempo un proceso experimental (útil
de laboratorio), un procedimiento museográfico, (archivo científico) y un
procedimiento útil de enseñanza (útil de transmisión). Aunque fue mucho más que
eso, la fotografía constituyo, en primer lugar un procedimiento museográfico
del cuerpo enfermo y de su observación: la posibilidad figurativa de
generalizar el caso en cuadro”[5].
No hay que olvidar que el siglo XIX
fue la gran época de los museos dedicados a la medicina, donde la fotografía ocupa
un lugar privilegiado, en tanto elemento que permite una captura instantánea de
lo ´real´, una huella duradera de los fenómenos patológicos.
El libro tiene la cualidad de estar poblado de imágenes. Hay un primer efecto en esto, de fascinación, no es tan fácil acceder a testimonios vivientes de la época pre-freudiana o el desarrollo del incipiente saber psiquiátrico – psicoanalítico. Luego conforme se despliega el hilo argumentativo del libro, las imágenes cobran otro valor. En ese sentido me parece que es eficaz, el capitulo se destaca en ese punto, se podría afirmar que se desarticula la imagen clisé, aquella donde el sentido esta coagulado, en este caso: los grandes ataques histero-epilepticos. Didi Huberman nos auxilia para poder ver el montaje de las imágenes, el proceso de cristalización de un ícono, la vida póstuma de las imágenes.
Veamos
algunos subtítulos sugestivos, de imágenes del capítulo.
Tenemos entre otros: La anestesia histérica; Esquemas de las zonas de la anestesia histérica; Esquemas de trances hipnóticos; Procedimiento para producir – Procedimiento para detener la catalepsia; Contractura artificial; Hiper-excitabilidad muscular; Catalepsia; Efecto de la excitación mecánica de algunos músculos de la mano; Laboratorio de electro terapia; Contracciones faciales; excitación de musculo de la cara durante letargo hipnótico; Sugestión por medio del gesto; Catalepsia x luz intensa; Catalepsia x sonido; Catalepsia x sonido en grupo Emociones inducidas mediante estimulación del olfato; Esquemas de trances en grupo; Catalepsia de grupo por medio de un espejuelo; Alucinación provocada; Expresiones inducidas eléctricamente; Sugestiones teatrales; Sugestiones por medio de los sentidos durante periodo cataléptico.
Tenemos entre otros: La anestesia histérica; Esquemas de las zonas de la anestesia histérica; Esquemas de trances hipnóticos; Procedimiento para producir – Procedimiento para detener la catalepsia; Contractura artificial; Hiper-excitabilidad muscular; Catalepsia; Efecto de la excitación mecánica de algunos músculos de la mano; Laboratorio de electro terapia; Contracciones faciales; excitación de musculo de la cara durante letargo hipnótico; Sugestión por medio del gesto; Catalepsia x luz intensa; Catalepsia x sonido; Catalepsia x sonido en grupo Emociones inducidas mediante estimulación del olfato; Esquemas de trances en grupo; Catalepsia de grupo por medio de un espejuelo; Alucinación provocada; Expresiones inducidas eléctricamente; Sugestiones teatrales; Sugestiones por medio de los sentidos durante periodo cataléptico.
Puede
constatarse a partir de estas imágenes de que hay una serie de prácticas
experimentales sobre el cuerpo histérico, que resultan ser de lo más heterogéneas,
desde la reproducción de catalepsia por sonido, luz, electricidad, la sugestión
gestual, etc.
Pasemos ahora
a algunos relatos descriptivos del manejo del cuerpo histérico:
“Mediante una suave fricción, con la punta de los dedos, los músculos flexores de los dedos y antebrazos, se determina una contractura artificial de los dos miembros superiores. Para hacer para la contractura, basta con masajear los músculos contraídos o friccionar suavemente los músculos antagónicos”[6]
“ X se ha vuelto a dormir. Apoyamos su cabeza sobre el respaldo de una silla, seguidamente friccionamos los músculos de la espalda, de los muslos y las piernas y colocamos los pies sobre una segunda silla.. el cuerpo rigido permanece en esta situación durante un periodo prolongado de tiempo, se puede hacer colocar una carga de 40kg sin hacer que el cuerpo se doble”[7]
“Hago sentar estas dos histéricas sobre la caja de resonancias de ese grueso diapasón. Desde el momento en que hago vibrar el diapasón, pueden ver como caen inmediatamente en estado cataléptico.”[8]
“Mediante una suave fricción, con la punta de los dedos, los músculos flexores de los dedos y antebrazos, se determina una contractura artificial de los dos miembros superiores. Para hacer para la contractura, basta con masajear los músculos contraídos o friccionar suavemente los músculos antagónicos”[6]
“ X se ha vuelto a dormir. Apoyamos su cabeza sobre el respaldo de una silla, seguidamente friccionamos los músculos de la espalda, de los muslos y las piernas y colocamos los pies sobre una segunda silla.. el cuerpo rigido permanece en esta situación durante un periodo prolongado de tiempo, se puede hacer colocar una carga de 40kg sin hacer que el cuerpo se doble”[7]
“Hago sentar estas dos histéricas sobre la caja de resonancias de ese grueso diapasón. Desde el momento en que hago vibrar el diapasón, pueden ver como caen inmediatamente en estado cataléptico.”[8]
Estos son
algunos ejemplos, que dan cuenta tanto de las maniobras en torno al cuerpo,
como de la sumisión plástica de las pacientes.
Todas estas
inducciones, en la medida que no guardan ninguna relación causal con el llamado
ataque histérico, y que sin embargo no dejaban de generar efectos
espectaculares, deben ser analizadas bajo otras coordenadas, que la aspiración
grafo-morfológica que animaba a Charcot, o la segmentación microscópica de las zonas
corporales afectadas. Para dimensionar
la envergadura del proyecto mensurable en juego, hay que decir que, se midieron
hasta la duración temporal y la cantidad
de palabras emitidas durante “los delirios”: “18 segundos de amenaza, luego 10
de llamadas, 14 de lubricidad, 24 de éxtasis, 22 de ratas – visiones de ratas-,
etc”. [9]
Si hay algo
que inicia aquí y que toma un curso distinto con Freud es la localización de
que el cuerpo puede dibujar la sintomatología más diversa, en la medida en que
está coordinada con significantes, con palabras y está condicionada por ciertas
experiencias que dejan huellas en alguna zona corporal. Charcot intuye algo de
esta propiedad del cuerpo, del cuerpo no del organismo, ahí reside su sesgo, al
hablar de transferencia; Jean Marie advierte las transferencias de zonas corporales
afectadas, los desplazamientos de síntomas.
Algo de esta
búsqueda tiene plena actualidad. Pensemos en las fibromialgias o en todo un
conjunto de síntomas que se dirigen hacia el saber medico con una respuesta
similar, mapeo del cuerpo, el servicio de nuevos dispositivos tecnológicos cada
vez más sofisticados, que no dan en el clavo del asunto. Didi Huberman describe
algunas que tienen especial resonancia en esa dirección: dermalgias,
miosalgias, cefalalgias, neuralgias, nefralgias, toracalgias, etc. Cada órgano
del cuerpo histérico puede contar con su propio dolor.
Siguiendo con
la experimentación sobre el cuerpo histérico, merece un análisis las llamadas Lecciones de los martes. Un día, una
hora, una periodicidad, un anfiteatro. La pintura de Brouillet, “las lecciones
de los martes de Charcot”[10]
grafica bien algo del montaje. En términos generales, un público medico letrado,
aunque se sabe que asistían personas de la comunidad en general, diríamos hoy,
un director de escena, un personaje central. Didi Huberman compara tal dispositivo con un
teatro, advierte y evidencia el matiz de espectáculo, de montaje que da a ver,
que produce el fenómeno mismo que aspira a estudiar, lo constituye. Y esto tenía
toda su eficacia, y quizás la pintura lo retrate con exactitud, la histérica
interpretaba muy bien el papel que estaba llamada a interpretar. Augustine: La loca de Charcot, si se quiere la reina de las histéricas, desfallece,
ofrece su garganta a los espectadores (Gilles de la Tourette, Ribot,
Bourneville, Richer entre otros), se deja caer sobre el semblante del saber
neuropsiquiatrico.
Hay algo un
tanto llamativo, en todo esto, que es es la producción en vivo de ataques, los
martes a la hora de las lecciones . Cuando por regla podríamos decir de modo sucinto,
que es más bien cierta contingencia, que se enlaza a algún suceso pretérito, lo
que da por efecto una crisis. Entonces ¿Qué clase de fenómeno está en juego en
esa particularidad?
Didi Huberman
se hace una pregunta central “¿Cómo un cuerpo se habría convertido para otro en
objeto experimental, experimentable en tal que propicio aun hacer-imagen, y
porque habrá consentido hasta ese punto?”[11].
Por un lado
tenemos la cuestión del cuerpo histérico en juego. Freud sitúa un mecanismo explicativo para
algunos fenómenos años más tarde, bajo el término conversión. Hago alusión al
mismo en tanto está en juego en el planteo del capítulo. Designa de modo
general, a la resolución de un conflicto psíquico vía la constitución de un síntoma
corporal, que será sede del afecto-libido q otrora estuviera depositado en una
idea-representación. Implica la posibilidad de un desplazamiento, de las
representaciones al cuerpo. Hay entonces una especie de mensaje escrito en el
cuerpo. ¿Y el consentimiento? Si hubo una técnica que hace por demás sutil la
cuestión del consentimiento es la hipnosis, por entonces “tenía un valor figurativo: constituía según palabras de Charcot
una técnica ideal, susceptible de redibujar el cuadro sintomático de la
histeria”[12].
Gracias a este estado los estados del cuerpo histérico podrían por fin ser perfectamente dibujados y separados.
Pero
bien, saliendo de esta idea charcoteana,
lo que está en juego es una dimensión que incluye el goce, el amor y al deseo. Así
termina el capitulo, empieza con el goce y termina con el amor. Se trata en el
fondo de un fenómeno amoroso. El apartado hipnosis y enamoramiento de Psicología de las masas y análisis del yo, nos da precisiones al respecto.
Freud hace una comparación entre el fenómeno que se
produce en la hipnosis con el que tiene lugar en el enamoramiento; de hecho,
plantea que no hay diferencias entre ambos. El hipnotizado se comporta con
el hipnotizador de la misma manera que el enamorado con su objeto de amor: con
sumisión, sin críticas, como una especie de despojo narcisista al servicio del
objeto, un renunciamiento tal que lo lleva a carecer de iniciativas propias. Asimismo, el hipnotizador tanto como el
objeto de amor, pasa a ocupar el lugar del Ideal del Yo, dice Freud. Y
añade que ciertamente es más fácil explicar el enamoramiento partiendo de la
hipnosis, que a la inversa.
Es el
fenómeno amoroso lo que está en juego. Esa entrega masiva, a la figura del buen
Dr. Charcot, autoridad de la medicina de la época, y podríamos decir, una disposición a la
escenificación, la que hace posible la construcción de la imagen - histeria. Un
lazo libidinal, que en el caso de la Salpetriere, funcionara por sugestión
(algunas pacientes experimentan mejorías a nivel sintomático, y se preocupan por ello: que dirá el profesor
Charcot, ya no seré de su agrado).
Repeticiones
nos dice el capitulo, no solo se trata de la iteración sistemática de las
crisis, sino de aquello que se repite. Ese es la verdad en juego, que queda sin
poder ser vista, porque es más bien algo a hacer hablar y escuchar. Lo que se
repite, podríamos decir, es un punto ciego para el propio sujeto.
Didi Huberman
esboza la tesis de considerar la teatralidad psiquiátrica de la Salpetriere
como una tentativa especifica de reconversión. “Reconvertir la espectacular conversión histérica,
sustituir una temporalidad fulgurante de la repetición, la temporalidad fulgurante
de los ataques histéricos, por otra temporalidad diferente, reglamentada, la de
su repetición hipnótica”[13].
Se trata de
una coordinación, de una connivencia. Coordinación de fantasmas nos dice el
autor: connivencia entre el fantasma histérico (convocado hipnóticamente) y un
fantasma de escenificación (convocado como tema experimental). Y así fue como
cierta coacción teatral se interiorizaba como coacción de repetición del
síntoma, “ideal y mártir en tanto la histérica estaba convocada a existir solo
como actriz de sus síntomas”[14].
Hay un
encastre efectivo a nivel fantasmatico, los fantasmas inconscientes de las
histéricas escribe Freud, “corresponden plenamente, en cuanto a su contenido, a
las situaciones de satisfacción que los perversos llevan a cabo
conscientemente”[15].
La situación fotográfica de la Salpetriere, parece ejemplar respecto a esto.
Hay una
cuestión ética en juego. Por eso el intelectual francés nos habla de un deseo
perverso, que no puede enunciarse, que está articulador con el uso de la
transferencia. En la Salpetriere esa maestría de las repeticiones se vio muy
instrumentalizada, y obtenida de manera casi directa, sobre esos cuerpos
histéricos convertidos en una especie de instancia representivas, casi
transparentes, en tanto que cuerpo privados de resistencia. Actos sin emitir actas, decía Charcot!
Ejemplo de esa desposesión no subjetivada.
Freud
rápidamente reconoció la transferencia se trataba de algo diferente de las
relaciones del yo con el mundo, y advirtió que “la transferencia era el principio
de su poder, pero que también que ese
poder no le daba la salida del problema, sino a condición de no utilizarlo”[16].
Así en Freud ya no es al que está en su
proximidad a quien se dirige, y esta es una de las razones para que recuse la
entrevista cara a cara, sustracción de los rostros y el interjuego de miradas,
institución de la figura del Otro de la palabra.
[1] Intervención en Perspectivas – Conversación en torno al Capítulo
“Repeticiones, escenificaciones” de G. Didi Huberman. Actividad realizada el
28/02/20 en la Fundación Cultura Analítica.
[2] Didi Huberman “La invención de la histeria. Charcot y la iconografía
fotográfica de la Salpetriere”. (Buenos Aires: Ediciones Catedra, 2015)
[3] Idem.
[4] Michel Foucault “ El
nacimiento de la Clínica”. (Buenos Aires: Edit. Paidós, año 2010)
[5] Didi Huberman “La invención de la histeria. Charcot y la
iconografía fotográfica de la Salpetriere”. (Buenos Aires: Ediciones Catedra,
2015)
[6] Didi Huberman “La invención de la histeria. Charcot y la
iconografía fotográfica de la Salpetriere”. (Buenos Aires: Ediciones Catedra,
2015)
[7] Idem.
[8] Idem
[9] Idem
[10] Se puede ver imagen de la pintura en https://franciscojaviertostado.files.wordpress.com/2013/03/une_lec3a7on_clinique_c3a0_la_salpc3aatric3a8re.jpg
[11] Didi Huberman “La invención de la histeria. Charcot y la
iconografía fotográfica de la Salpetriere”. (Buenos Aires: Ediciones Catedra,
2015)
[12] Idem
[13] Idem
[14] Idem
[15] Sigmund Freud “Las fantasías histéricas y su relación con la
bisexualidad”. (Buenos Aires: Paidós, año 2006)
[16] Jacques Lacan “La dirección de la cura” Escritos 2. (Buenos Aires,
Paidós, 2010)
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