El libro en su generalidad interroga los alcances del discurso psicoanalítico en un tiempo y un espacio particular. Se cuestiona los límites de la transmisión, las posibilidades de una práctica en las coordenadas de una determinada geografía y con las variables propias de una época. El resultado es esta compilación en la que cada texto circunscribe un imposible a partir de lecturas y escrituras orientadas, en su gran mayoría, por una lógica, la del discurso analítico.
Un rasgo que sobresale en cada texto es que el tiempo
no es analizado con nostalgia, por el contrario, tomando las palabras de Ángel
Fernández “al revés del canto que glorifica lo que fue, aquí se va a tratar de
manera rabiosamente afirmativa, de la primacía del presente”.
Incluso las resonancias de la constelación García,
como bien se subraya en la introducción, tienen una vigencia alegre. Constelación
que puedo describir como un circuito de referencias bibliográficas, un estilo
de lectura crítica, el esfuerzo por una enunciación singular, una habilidad cuestionadora
que va de la mano de una búsqueda de la precisión y una sensibilidad a los ecos
lenguajeros de una región y de un tiempo. Condiciones necesarias para que el
psicoanálisis pueda zanjar un territorio, abrirse caminos, sostenerse “en el
ser siendo sido del camino” (Fernández dixit).
En esa serie recortada tiempo – espacio – subjetividad-
podemos suponer una torsión que implica una operación para el psicoanálisis: un
sujeto se constituye bajo determinadas coordenadas temporo-espaciales (que
incluye por supuesto una lengua de época), entonces la clave de lectura que
propongo intentará situar la topología del sujeto que se deja entrever en cada
artículo.
Para ello rescato el análisis que realiza Eric Laurent
en su artículo “Ciudades analíticas” donde retomando la frase lacaniana “El
inconsciente es Baltimore al amanecer” sostiene que Lacan liga al inconsciente
a un lugar estructurado como una ciudad e indisociable de una indicación
temporal. Laurent se detiene en las veces en que Freud alude a las ciudades
para pensar el tiempo del inconsciente, para él un tiempo arqueológico, a
diferencia del uso lacaniano que aludirá a la topografía citadina para la
estratificación lógica que opera la estructura. “El sujeto del inconsciente está
en todos los lugares y no adhiere a ninguno. Está en la pulsación misma del
significante, haciendo el tejido mismo de la repetición. El neón es el lugar
mismo del sujeto”. Esta ciudad a la que alude Lacan en el año 1966 “es una
ciudad que se lee con el matema del fantasma, testimonia de pensamientos en
acto, articulados y fuera de sentido. Es una significantización de la
actividad, del goce que circula en las ciudades”.
Precisamente la trama de Polisfonía permite
leer en esa topología, los fantasmas colectivos que le dan al sujeto
contemporáneo consistencia imaginaria, coordenadas simbólicas y bordes, en el
mejor de los casos, ante un real de época.
Es el texto inédito de Germán García, un analista
ciudadano, el que permite seguir pensando esta topología del sujeto: “Me han
invitado a hablar sobre el tema de la ciudad y voy a plantear eso, la ciudad
como un mapa de la fobia” (conferencia dictada en San Miguel de Tucumán en
1995)
“Es decir que la ciudad está organizada como un
aparato fóbico, porque hay lugares que no son para uno, porque el nombre que
uno tiene o la familia que uno tiene, o el lugar social que uno tiene, no está
capacitado para eso. Habría un lugar donde uno se perdería porque entraría en
contacto con un goce que no podría controlar con las maquinarias de deseo que
tiene – por eso Lacan dice que la carretera principal es el Nombre del Padre,
porque es una vía para circular. Este es el camino de la fobia. El otro es el
del fetiche”. (p. 28-29).
Carlo Ibarra, luego de un pormenorizado trabajo en
relación al concepto de tiempo para la filosofía y para el psicoanálisis,
recorta una pregunta: “¿qué clase de temporalidad es correlativa al
inconsciente; o a qué elementos se articula la temporalidad de la
subjetividad?” así Carlos hilvana el instante, la fijación, la contingencia, la
repetición, la atemporalidad y la retroacción con el concepto de inconsciente,
o sea un tiempo dirá que “tiene hechura significante” (p. 50).
El sujeto Babasónico que analiza Ángel Fernández es
protagonista de un presente, encarna el hoy es mejor, entre la fiesta y la
urgencia de la angustia, camina entre ruinas tratando de encontrar un refugio
en el poema.
Gaby Rodriguez nos cuenta que, en cambio, Paul Preciado,
un representante del sujeto fluido, tiene domicilio en Urano. Este Houdini
moderno, escapista de las jaulas del cuerpo, vive el tiempo de Orlando, un
tiempo que se entrega al devenir del tránsito en un continuo nomadismo
existencial trans. En ese punto Gabriela atrapa la falacia, elegir la galaxia
Urano es no querer enterarse lo que esa locación condensa, el techo sólido
del mundo, más bien el sujeto Houdini “no parece sujeto a techo alguno que
figure algo así como un límite, ni siquiera aquel que se establece de otro
modo”. La autora rescata la palabra Yocracia, termino acuñado por Lacan para
dar cuenta la posición de amo del sujeto moderno, que se cree ser cuerpo.
En este sentido Silvia Castillo rescata de las letras
de María Moreno, una cartografía del placer argento, entre la expulsión del deseo
insumiso a la apertura de los goces múltiples, se va construyendo un sujeto
extraído desde la literatura fundacional argentina hasta la de nuestros días.
Betina Sandra Capuzano se sube al tren de las
vanguardias históricas para contar una trama en la que da a conocer a las
vanguardias de altura y sus producciones literarias. Pero Capuzano va también
al rescate de figuras regionales que irrumpen en una escena performática actual,
acarreando “rupturas, innovaciones, originalidades, metalenguales y denuncias
políticas”. El ejemplo de una drag andina o el colectivo chileno “Las tesis”.
En “Notas sobre la monstruosidad” Mario Flores nos
traslada a otras latitudes, China año 2000, para poner de manifiesto en el
comentario de la novela de Chen Xiwo, una trama acerca de una topología
desconocida, un crimen- un incesto – un cuerpo raro, tras una investigación
policial que rastrea detalles que dejan entrever el tratamiento de goces
imposibles de representar.
Vamos viendo que en este nudo aludido el cuerpo tiene
un protagonismo destacado. La sexualidad del nuevo hombre, como vaticina Rosa
López, promete ir detrás del goce absoluto de la mano del aparejamiento cuerpo
máquina, un ciborg posmoderno partenaire a medida. “En el caso de los robots o
androides, dice Rosa, se asegura que podrán usar la tecnología para estimular
directamente el sistema nervioso, ajustar sus actividades a las técnicas o
fantasías de cada uno”.
“En Helena o “Helena”, a la búsqueda de un significante
para lo sexual” Ofelia Wyngaard se interroga acerca de las representaciones de
la mujer a través de las condensaciones del nombre Helena y sus múltiples ecos
a lo largo de la historia de occidente pero rescato en el trazado del arco que
meticulosamente realiza la siguiente aseveración “Es, por decirlo sobriamente,
poco probable que un sujeto moderno tenga una Helena (…) pero hay allí una
lógica que no escapa del todo a la que encontramos en las neurosis y a los
fantasmas que sostienen sus síntomas” O sea que la imposibilidad de
representación de La mujer trasciende la época, como el imposible de la
relación sexual.
Si nos detenemos en las mujeres, hubo una que dio
testimonio del efecto de los goces oscuros, nominando el exceso destructivo que
habita en cada sujeto y que desató el genocidio que la llevó a la muerte.
Beatriz Gez, en este recorrido biográfico de Sabina Spielrein lleno de matices,
da a conocer el genio comprometido de Spielrein con la causa psicoanalítica y
el entramado político de su época, portadora de un coraje singular que la llevó
a traspasar fronteras en varios sentidos, legando la invención de la pulsión de
muerte.
Adriana Congiu y Judith Bojarski dan cuenta en dos
textos que dialogan, del tratamiento del autismo, uno de los modos forclusivos
del sujeto moderno, la forclusión del agujero. Estos trabajos clínicos dicen de
la diferencia que aporta el psicoanálisis en estas curas, que se detiene en el
detalle para inventar con él aparejos que permitan formas vivibles de habitar
el mundo. Una clínica que se juega en una apuesta constante y que no retrocede
incluso ante los reales de la época, como la pandemia reciente.
En “Conversaciones” Alejandra Borla se interroga por
los alcances de la traducción, sosteniendo y argumentando una hipótesis propia:
hay una poética de la traducción, una traducción poética, una transpoética
en la experiencia de un análisis. Podemos habitar un lenguaje común, incluso
reforzamos la idea con la definición de Hannah Arendt de la lengua materna como
patria, pero “vivimos en un estado de traducción”, que nos lleva a un exilio
interior, un punto irreductible.
Carlos Trujillo pareciera tomar el guante de ese cruce
particular entre la lengua del Otro vehiculizada en su ciudad, Resistencia, y
las posibilidades de trasmisión del psicoanálisis, tomando al cartel como una
experiencia que pone a prueba lo que puede llegar a pasar y lo que hace límite.
“¿Qué relación tienen el cartel y la ciudad?” pregunta que lo lleva a detenerse
“en una conceptualización de ciudad que esté, dice, a la altura de nuestros
planteamientos”. “¿qué cifra una ciudad? ¿Qué se tramita?”
No creo que la elección del último texto de Polisfonía
sea azaroso, más bien considero que Esteban Pikiewicz recorta un irreductible
transhistórico y planetario: la injusticia, punto éxtimo de la justicia humana
o divina, que adquiere formas contemporáneas en “la violencia a la violencia
para el control de la violencia” recorte que Pickiewicz toma de Roberto Espósito.
Cuando concluí la lectura de Polisfonía recordé
la recomendación de Germán García del libro “La república de las letras” de
Marc Furmaroli, una república que no tiene fronteras ni gobierno ni jerarquía.
Una topografía particular habitada por estudiosos de cualquier rama del saber
“que no esperan remuneración alguna por sus conocimientos”. Salvo el gusto por
el debate y el intercambio fecundo. Furmaroli acierta al decir que “una
instancia transnacional semejante es aún más deseable en el siglo del Facebook
de lo que fue en el siglo de la invención del libro”.
Hay en este libro, Polisfonía, una conversación
abierta donde resuenan otras posibilidades de construir saberes lejos de los
tiempos actuales de zaping académico, y eso para mí es también motivo de
celebración.
Myriam Soae, 22 de septiembre de 2023
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