LETRAS en la Biblioteca



                             
CONVERSACIONES POSIBLES ENTRE FREUD Y PIGLIA

Juan Manuel Chehadhi

DEUDAS
Tomar noción de una deuda no se corresponde siempre con la posibilidad de subsanarla, ¿qué quiso decir sino Nicanor Parra con la frase “le debemos un hígado a Bolaño”? Una deuda impagable, cierto. Incómodamente brillante en la constelación de esas deudas tan abiertas que, si no aumentan con el paso de tiempo, tampoco condescienden a disminuir ni un ápice. Y peor: nos recuerdan otras. Otras que pueden enunciarse igual o más terrible que aquella de Parra: todos le debemos un sistema nervioso a Piglia. Cierto. Y ante tal otra insaldable brutalidad, nos apresuramos a respondernos que, aunque se lo hubiésemos dado, él ya habría imaginado la forma (y así lo hizo) para seguir escribiendo.
Inmovilizado durante los últimos años de su vida, Piglia terminó de escribir y compilar los cuentos de Los casos del comisario Croce (2018) usando a Tobii, un hardware que le permitía escribir con la mirada. Eso, la perseverancia en la escritura como una perseverancia de la propia vida – y la confusión indisoluble de una en la otra-, es un escritor. Un ser extraño que no renuncia nunca a darlo todo por la literatura, por su literatura. Y eso nos dejó Piglia, su literatura, que es una ética.
También nos dejó -algo más que le adeudamos- un modo de leer. Él leía el mundo literariamente, buscando encontrar el modo en el que se estructuran las ficciones de la sociedad. El dinero, el crimen, el poder del Estado, han sido siempre objetos sobre los que volvía –quizá su propia deuda permanente- a pensar (y a invitarnos a hacerlo con él) reiteradamente tanto en sus ficciones como en su ensayística.
Una deuda que tenemos con Piglia, que modestamente intentaremos saldar un poco aquí, es la de dar cuenta de su relación con el psicoanálisis. Recordemos que Piglia es, junto con Germán García, uno de los escritores que más buscó encontrar los cruces entre psicoanálisis y literatura. Bucear e investigar sobre esta problemática relación que acompaño a Piglia durante su vida es, quizás, el motivo de este escrito.

PIGLIA Y SU RELACION CON EL PSICOANÁLISIS
A lo largo de su vida Piglia se encontró con el psicoanálisis de distintas maneras. Fue lector del mismo, analizante, entabló amistad y enseñanza a practicantes. Dió cursos y también lo utilizó en sus ensayos literarios.

AMISTAD Y ENSEÑANZA
A finales de la década de los sesenta conoce a Germán García, quien, en ese momento, editaba su novela Nanina en la Editorial Jorge Álvarez. Será el alter ego de Piglia, Emilio Renzi, quién registrará en su diario diversos encuentros con García e invitaciones a dar conferencias, dejando en su diario la marca de una amistad que perduró hasta el final de sus vidas. La última novela de Piglia, El camino de Ida (2013), está dedicada “a German García, por la vuelta“. Y el libro Palabras de ocasión (2018), compuesto por entrevistas realizadas a German García y compiladas por Cesar Mazza, es producto de una charla entre ambos autores. También en ese periodo, Piglia conocería a otros escritores interesados en el psicoanálisis. Por ejemplo: Luis Gusmán, León Rozitchner, Manuel Puig y Oscar Masotta.

LECTOR DE PSICOANALISIS
También es final de esa década, precisamente en noviembre de 1969, cuando Renzi acomete la lectura de Freud “con la pasión de mis descubrimientos inolvidables”. Estudios sobre histeria y La interpretación de los sueños son textos de los cuales registra varias citas[1], al igual que transcribe las de otros psicoanalistas: Pontalis, Green y Lacan.
Pero es en el final de la entrada del 16 de noviembre de 1969 de su diario, donde realiza un análisis crítico y literario sobre el modo de escribir y leer de Freud:

Interesantes en La interpretación de los sueños los cambios de perspectiva que se multiplican mientras escribe. [las negritas son mías] Ejemplo: <<Por la información preliminar que antecede y por el contenido del sueño, nadie podrá sospechar lo que el mismo significa. Yo mismo no lo sé todavía [es decir, en el presente mientras escribe]. Para averiguar su significado habré de someterlo a un análisis [trasladar al futuro una incógnita que él, desde luego, ya ha resuelto, pero deja en suspenso la solución].”>> Otro ejemplo: <<La enferma que sucumbió a la intoxicación lleva el mismo nombre que mi hija mayor. Hasta el momento no se me había ocurrido pensar en ella, pero ahora [al escribir esto] se me aparece este suceso como una represalia del destino.>> Un tercer ejemplo: <<Tiene que existir una razón que me haya hecho confundir en mi sueño a ambas personas en una sola. Recuerdo, en efecto, que estoy irritado con los dos por algún motivo.>> Se puede decir que Freud es el detective de sí mismo en este libro, se convierte en el campo de su investigación. Comparte las peripecias y las intrigas de su lento proceso de reconocimiento de las razones -o los sentidos- del sueño, mejor dicho de sus propios sueños. Digamos que la forma de Freud para analizar los sueños es el monólogo narrativo, referido a otro a quien le cuenta su descubrimiento siguiendo el orden que los sueños tuvieron mientras él los analizaba, por eso la abundancia de las interrogaciones <<¿me propondré acaso burlarme así del doctor?>>; otro <<pero qué motivo puede tener para tratar tan mal a un amigo?>> o << ¿cómo pudo incluirse esto en mi sueño?>>. Esas preguntas no sólo detienen el relato, sino que están formuladas desde el lugar de aquel a quien se dirige lo que escribe (un lector) De hecho, él se hace las preguntas que se haría en su lugar un lector inteligente. Por otro lado, de este modo dramatiza lo que escribe.” [Las negritas son mías] (Piglia, 16 de noviembre de 1969, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo II, pp. 164 -165).
Renzi declara cuales son las técnicas literarias que utiliza Freud: monólogo narrativo, creación de un lector inteligente, la figura del detective de sí mismo, la transformación de un personaje en el texto y, sobre todo, el suspenso de la resolución.

“¿QUE PASA SI UNO LEE AL PSICOANALISIS COMO UN JUEGO LINGUISTICO?”
Quizás por invitación de German García, empezó a dar cursos para practicantes del psicoanálisis en junio de 1974 finalizándolos ese mismo año. Previo al inicio del curso escribe:
“Preparo el programa para el curso con los psicoanalistas. Filosofía, pero nada de Freud; en todo caso, algunos textos de él que presentaré <<mal leídos>>: buscar la forma, los procedimientos con los que presenta los casos y, sobre todo, ver como narra los sueños. En filosofía, discutiremos la versión analítica (B. Russell, L. Wittgenstein): ¿Qué pasa si uno lee el psicoanálisis como un juego lingüístico?” (Piglia, 18 de marzo, 1974, Los diarios de Emilio Renzi, Piglia, Tomo II, p. 350 - 351).
Leer mal a Freud, para Piglia, quiere decir leer a Freud literariamente, encontrar su estilo al escribir.  Al parecer, quedaron como proyecto dos temas para continuar dando al curso: “El dinero en el hombre de las ratas”[2] y, siguiendo el registro de su Diario, “¿Cómo se empieza a hablar?”[3].

PIGLIA ANALIZANTE
Es Oscar Masotta quien le recomienda al analista “C”[4]. -que suponemos es Juan Carlos Consentino-, lo inferimos porque es médico (Piglia va al consultorio que está en una clínica) y participante de la Escuela Freudiana que fundó Masotta dos años después. Piglia empieza su análisis en octubre de 1972 y deja como ultimo registro de su análisis una sesión de 1975.  Sin embargo sabemos que en agosto de 1981 deja registrada en su diario una pregunta: ¿Tendré que volver al análisis? Esto nos a da a entender que al menos podemos saber que se analizó menos de nueve años. La descripción de la primera entrevista es la más detallada entre los otros tres registros de sus sesiones en su Diario:
“Primera entrevista con C. Cierta inquietud durante la media hora previa. Tomo un café en La Paz haciendo tiempo y después un taxi en Lavalle. La calle Diaz Vélez me hace pensar en la pensión de Medrano, el puente que cruza las vías cerca de Rivadavia. La sala de espera un garage, hay una estufa y estoy solo. Sillones de cuero, un cuadro, al rato entra un tipo con aspecto juvenil, enjunto, baja, mira, salud con voz fuerte y sube las escaleras a saltos. No usa saco, lleva libros bajo el brazo, parece inteligente, después compruebo que es C. Ahora pienso que vino por mí, que no tenia pacientes, que estuvo cinco minutos estudiando mis datos. Al rato llega una mujer, después dos más. Tipos con cara de intelectuales se asoman por la baranda de la escalera, las llaman, ellas suben. Pasadas las 18.15 pienso que debí confirmar la cita por teléfono, trato de interpretar, <<no llame porque quería postergar>>. Pero, de haber llamado, se hubiera pensado que yo era compulsivo. Voy a decir que recién llego de viaje. Pero ¿no hubiera podido llamar cinco minutos antes? En ese momento se me ocurre salir, buscar un teléfono y llamar. No sé cómo hacer para que se entere de que estoy. Un rato después aparece una piba muy joven vestida con un guardapolvo rosa. <<Para el doctor C. >>, dice. Yo la sigo. Cruzamos un pasillo con varias puertas laterales, vuelvo a pensar en un hotel (¿de citas?), en una pensión (algo sórdida). A la izquierda hay un cuartito, una luz mortecina, un diván (¿Giacovate?) con funda de plástico, un escritorio. Atrás se sienta C.; en una punta de la mesa, contra la pared y al lado del velador, una pila de libros. Después abrió un cajón y se veían varios billetes de quinientos pesos. Yo miro el diván, la pared de donde hay un cuadro, trato de imaginarme lo que será tirarse ahí, donde se va a sentar él, que lado de la pared voy a ver. (Hoy soñé que me acostaba al revés para poder ver el cuadro de modo que él quedara de frente a mí. Salvo que me siente en esta silla, es decir, la que yo usaba, porque la otra está detrás del escritorio y del diván y no se puede mover.) Como siempre hago funcionar mis a prioris. No va a hablar, tengo que ir a los núcleos, etc. Hablo de mi separación de Julia, de mis conflictos con el trabajo. En general, él se maneja desde afuera, además yo no lo miro. Hace dos o tres intervenciones, nada espectaculares, afectivas diría, antes que inteligentes. Me dice que la base de mi trabajo le parece sólida, que los resultados son buenos y me gratifica pero que yo puedo aceptarlo, que no hay contradicción entre ir al análisis para quebrar ciertos moldes que no me dejan avanzar y el miedo de que el análisis desarme mi relación el trabajo. Por fin hablamos de dinero, él es muy caro, yo pongo mis limites (entre treinta y cuarenta mil pesos por mes). Él se zafa pidiendo otra entrevista para el viernes. Cuando salgo deambulo un poco por el barrio, que no logró ubicar (¿cerca de Almagro?). Pienso: <<Qué sentido del tiempo, a los cincuenta minutos, sin mirar el reloj, supo que teníamos que parar.>> Pienso: <<Detrás de todo está el dinero y el tiempo>>”. (pp. 317 – 318).
“Tengo que ir a los núcleos”, escribe. La separación de Julia, los problemas en el trabajo, al parecer, son los motivos para analizarse. Menciona en su Diario, dos años mas tarde, que lo que no se puede asociar libremente es el “núcleo duro de la vida”, aquello que para él es (o son) el vacío, la dispersión y la idea fija[5].  El último de los registros es el más enigmático. Anota en 1975:
“En el análisis, C. le dice: <<Usted le da tiempo a su padre, posterga por él, para esperarlo.>> Historia extraña que él se resiste a comprender.” (Piglia, 9 de abril, 1975, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo II, Piglia, p. 391).
Desdoblado en Renzi, expresa que se resiste a comprender la historia “extraña” entre él y su padre. Tal vez entre las mujeres y la escritura (los problemas en el trabajo, la idea fija, el vacío y la dispersión, todo ello menos como sumatoria que como enredos, nudos) estuvo la postergación. Cuando en 1981 escribe sobre volver a su análisis, vuelve a mencionarse en relación a la postergación:
“Como siempre, descubro que el centro de esta crisis soy yo mismo, el hombre atado. ¿Tendré que volver al análisis? ¿Si no viajo a Europa? ¿Sino me cambio de departamento? Terrible sensación de irrealidad. Distanciado de todo. Sin lugar. Obligaciones imposibles que me abruman. Postergo siempre. Es obvio que no puedo trabajar. Estoy por leer una novela de John Barthe para el curso de esta semana. (Piglia, 23 de agosto, 1981, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo III, Piglia, p. 151)
¿Qué postergó? ¿La escritura de su propia ficción por su trabajo (como crítico, docente, etc.) y las mujeres? ¿Es la figura paterna la que lo retrasó en su escritura? Son preguntas que buscan encontrar aquellos síntomas en la vida de Ricardo Piglia. Hipotesis reconstruidas con trazos de sus Diarios.
Por último, sabemos que el autor, reconoció en 2013 durante las charlas en la TV Publica, “Borges con Piglia”, que él nunca resolvió estos síntomas. Y al igual que Borges -autor que Piglia siempre tiene presente incluso para verificar los efectos del psicoanálisis-, su análisis le salió para otro lado al aprender “a bailar tango como nadie”:
“Pero su éxito como conferencista se lo debe al peronismo, al peronismo se lo debe, porque el peronismo lo dejó sin trabajo y tuvo que empezar a dar conferencias. Y también se lo debe a Estela Canto. Yo les recomendaba unos libros, les recomiendo el libro de Estela Canto, “Borges a contraluz” lo mejor que se ha escrito biográfico sobre Borges. Ella es la mujer a la que le dedicó “El Aleph”, y fue uno de los amores de Borges, era una mujer extraordinaria, bellísima; estaba en “Sur”, y era del partido comunista; y su hermano Patricio Canto, era una figura importantísima de vida cultural de izquierda argentina; gran traductor, muy amigo de Oscar Masotta. Ahí Borges entró en contacto con otro mundo, y esta muchacha lo empezó a poner en problemas a Borges, como ahí está contado en las cartas; tanto lo puso en problemas que un día le dijo tienes que ir al psicoanalista, porque Borges tenía ciertos problemas. Efectivamente Borges fue al psicoanalista en año 46, 47. Desde luego en el libro, yo no voy a decir el nombre del psicoanalista, pero en el libro de Estela Canto está el nombre, y Germán García le hizo una entrevista al psicoanalista. Entonces, qué pasó, lo que pasa con el psicoanálisis; Borges no resolvió el problema al que iba, pero perdió la timidez, y pudo dar conferencias. A mi paso igual yo empecé a analizarme en 1970, sigo con los mismos problemas, pero aprendí a bailar tango como nadie. Es decir, para otro lado le sale.“ (Clase 4, Borges por Piglia, TV Argentina en la Biblioteca Nacional, 2013)
Por lo que dice en esta conferencia, no sabemos si efectivamente continuó analizándose después de 1981. Lo llamativo de esto es que en su Diario no hay registros de algún aprendizaje del tango, ni de bailes, ni de los salones a los que asistió. Puede que el único testimonio de aquella experiencia no haya sido posible escribirla sino solo bailarla.

EL PSICOANÁLISIS COMO FICCIÓN
     “¿No es el psicoanálisis una gran ficción? Una ficción hecha de sueños, de recuerdos, de citas que ha terminado por producir una                suerte de bovarismo clínico. Se podría decir, además, que hay muchos elementos folletinescos en el psicoanálisis; las sesiones, sin ir           más lejos, ¿no parecen repetir el esquema de las entregas? El psicoanálisis es el folletín de la clase media, diría yo. Por otro lado, se             puede pensar que La interpretación de los sueños es un extraño tipo de relato autobiográfico, el último paso del género abierto por las             Confesiones de Rousseau”. (Piglia, Critica y ficción, p. 10).

Es interesante mostrar como desde 1969, Piglia ya empieza a anticipar distintas relaciones entre el psicoanálisis y la literatura que serían un tanto sintetizadas en el texto “Los sujetos trágicos”, conferencia que lee en Buenos Aires con el auspicio de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) en julio de 1997, y luego incluida en el libro de 1999, Formas Breves. Ya en los registros de su Diario de 1969, anticipaba la relación entre el psicoanalista y el detective (o la literatura criminal creada por Poe) al verificar como Freud se transformaba en un detective de sí mismo y como ambos (detective/psicoanalista) están convocados a interpretar un crimen, o la tragedia de un sujeto, desde un lugar marginal, extraterritorial, sin pertenecer a ninguna institución del Estado.
También en este texto, expone la relación entre psicoanálisis y cultura de masas. Basándose en Nabokov, Puig, el uso de la tragedia que hace Freud para su práctica y, sobre todo, las deudas que psicoanálisis y literatura tienen entre sí.

EL USO DEL PSICOANALISIS EN SU FICCION
Tan presente tuvo al psicoanálisis Piglia que en su novela Blanco Nocturno (publicada en 2010), no duda en incluir textualmente en ella una frase perteneciente, y harto conocida, del caso Schreber. Esto se da cuando el personaje Luca, empieza a tener una experiencia similar a la del histórico juez de la suprema corte de Dresde:
“Le llegaban voces lejanas, palabras extrañas, gritos, como si sus enemigos se hubieran confabulado para perturbarlo. Algunos rayos blancos, líquidos, bajaban del cielo y le hacían arder los ojos. Vio una tormenta que crecía al fondo, las nubes pesadas, los animales que corrían a refugiarse bajo los árboles, la lluvia interminable, una tela húmeda sobre el pasto. En ese momento su cuerpo pareció sufrir extrañas transformaciones. Había empezado a pensar como seria ser una mujer. No podía sacarse esa idea de la cabeza ¿Cómo sería ser una mujer en el momento del coito? [Las negritas son mías] Era un pensamiento clarísimo, cristalino, igual que la lluvia, como si estuviera tirado en el campo en medio del aguacero y se fuera enterrando en el barrio, una sensación viscosa en la piel, una tibieza húmeda, mientras se hundía. A clarear, en el sillón de la galería, sin pensamientos, como un zombie en medio de lanada” (pp. 237 - 238).
La presencia del psicoanálisis en la vida del escritor ha sido recurrente. Podríamos conjeturar que Piglia continuó por otros medios la propuesta de Germán García: pensar la relación entre psicoanálisis y literatura “conflictiva y tensa”, como bien escribió al comienzo de su texto sobre los sujetos trágicos.  Piglia se encargó de devolvernos una lectura literaria del psicoanálisis, un aporte más que interesante, en esta época en la que las ficciones y las tragedias parecen querer desvanecerse en el curso mismo de la historia.





BIBLIOGRAFIA
Piglia, R. (2017) Los diarios de Emilio Renzi (tomo III). Barcelona: Anagrama.
------------(2016) Los diarios de Emilio Renzi (tomo II). Barcelona: Anagrama.
­­­------------(2015) Los diarios de Emilio Renzi (tomo I). Barcelona: Anagrama.
------------(2014) Critica y ficción. De Bolsillo: Buenos Aires.
------------(2013) Formas breves. Barcelona: Anagrama.
“Borges por Piglia”. Clase 4, TV Publica Argentina realizado en la Biblioteca Nacional en 2013.  Se puede ver en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=DIlMFDA9R54



NOTAS




[1] “<<Un síntoma se forma a título de sustitución de algo que no ha logrado manifestarse por sí mismo, hay una suerte de permutación, entonces >>, Freud.” (Piglia, 5 de noviembre de 1969, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo II, pag. 162).
“<<Este primer relato puede compararse a un rio no navegable, cuyo curso es desviado muchas veces por maras de rocas y divido otras por bancos de arena que le quitan profundidad>>, Freud sobre un caso de histeria. (Piglia, 13 de noviembre de 1969, Los diarios de Emilio Renzi Tomo II, pag. 163).

[2] “Tema para el curso. El dinero en <<El hombre de las ratas>>. El dinero en el hospicio, economía entre los internos de un manicomio: inflación. Un cigarrillo vale un peso a la mañana y doscientos pesos a la noche. Delirio y fortuna. El dinero en el contrato analítico. El dinero en la vida de Freud. (Piglia, 30 de junio, 1974, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo II, p. 356).

[3] “Preparo un proyecto para el curso con los psicoanalistas. La noción de lenguaje privado en W., la situación analítica en Freud y los diálogos socráticos en Platón, una escena para hacer posible la palabra (comparar las tres estrategias). Primera cuestión: ¿Cómo se empieza a hablar?, ¿Cómo se sale del <<murmullo inauténtico>>? Los tres parecen no querer obviar la charla insustancial, sino justamente partir de ahí. En un caso se trata de preguntar, en el otro se trata de establecer un <<decorado>> (alguien habla para otro al que no ve, y por lo que dice y por la posibilidad de hablar sin control durante cincuenta minutos tiene que pagar el precio en oro: porque alguien lo escucha). Por fin, la tercera forma supone reglas que definen los modos de vida de la cual lo que se dice es un registro confuso”. (7 de octubre, 1974, Piglia. Los diarios de Emilio Renzi II, Piglia, pp. 376 - 377).
[4] “Llamo a C., un analista que me recomienda Oscar Masotta. Cita el lunes 2 de octubre a las 18:15 en una clínica de la calle Diaz Vélez. (Piglia, martes 5 de septiembre de 1972, Los diarios de Emilio Renzi Tomo II, p. 316).

[5] ¿Qué quiere decir, después de todo, asociar libremente?, le pregunto al doctor C., el hombre que me escucha a cambio de un dinero que le pago. Gran invento de Freud: el que habla, paga. Lo que no se puede asociar (con nada) es el núcleo duro de la vida. La fisura, la escisión -vivo siempre en dos lugares, desde chico-, la herida. En mi caso es (o son) el vacío, la dispersión, la idea fija.” (Piglia 10 de septiembre, 1974, Los diarios de Emilio Renzi, Tomo II, Piglia, p. 370)


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